The Ebro Canyons, tough as hell o la historia de los puentes rotos

Curioso lo de Biking Hell. A priori, a medida que los meses y años pasan tanto Renuente como Frankie (AKA Spacer) deberían de aprender de los errores. Pero ¡jamás! como diría Ralph de los Simpson.

Esta ruta completa una serie de senderos que ya habían sido visitados por este dúo en el pasado, ambos concurrentes con el precioso pueblo de Orbaneja del Castillo. La mayoría por ello repite tramos ya recorridos, pero por su belleza extrema y disfrutabilidad se hizo a gusto. El problema fue la falta de previsión ante un elemento aparantemente estático como son los puentes.

Puentes derrumbados

El comienzo fue inmejorable, descendimos hacia el río desde altura, por lo que un sendero inesperado nos dio un auténtico placer ciclero, que por si solo hizo que todo mereciera la pena. Eso sí, con Biking Hell, todo regalo conlleva una maldición.

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Camino de descenso a la ribera del río Ebro

Así, pues, tras repetir una serie de caminos ribereños preciosos, llegamos al segundo tramo nuevo. Allí, nos encontramos con el primer percance/downerismo. Un puente que nos debía llevar a dicho tramo, había sido derribado por las -previsiblemente- fuertes corrientes primaverales que a su paso por la zona lleva el cauce del río. La posibilidad de ir por el lado por el que íbamos y cruzar al otro más tarde era matemáticamente imposible.

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Primer puente roto en el Ebro. Al otro lado, Malayerrba

Así que nos dimos la vuelta (tras ir por nuestra orilla unos cientos de metros hasta la Ermita de Nuestra Señora del Ebro). Medio abandonada en el camino, sería un lugar ideal para ir a pasar un finde ajeno a la presencia de otros seres humanos, tan aislada como está.

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Ermita de Nuestra Señora del Ebro

Río abajo

Tras el desencuentro, volvímos río abajo, como estaba en los planes. A priori el único obstáculo que se interponía entre nosotros y el final de la ruta era un «pequeño resalte» de 80 metros. O eso creíamos…

Así pues nos dispusimos a recorrer la mejor serie de senderos de río jamás disfrutada por Biking Hell. Una suerte de derroteros estrechos y ciclables que cumplen con todos los requisitos que un camino exige: Ausencia de humanos, firme agradable y sin demasiadas piedras, protección del sol, horizontalidad y presencia constante de agua dulce.

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Sendero fluvial del Ebro de cinco estrellas

Por desgracia, la cara B de toda ruta se presentó después de pasar por Villanueva de Rampalay. Nos dirijimos a Tubilleja donde estaba un puente que nos llevaría a ese tercer tramo inédito, el del «resalte».

Otro puente roto

Pero no. Por qué las cosas han de estar donde deberían de estar. Al llegar a este segundo puente (del que no se conserva foto), nos encontramos que hacía ya tiempo que el río se lo había llevado por delante.

Puente de Tubilleja. Va para 5 años derrumbado

Tras un brainstorming para decidir si volvíamos a por el coche en la bici eléctrica de Frankie, nos decidimos por la opción valiente. Dimos media vuelta hasta Rampalay y cruzamos al otro lado. Una vez en la otra ribera, volvimos hasta llegar a la zona del puente derrumbado.

La parte más infernal de la ruta nos esperaba. Tras ver lo que Frankie llamaba un resalte y dilucidar que de lo que se trataba era de un desfiladero (el de las Termópìlas viene a la mente), subimos por tramos cortos, incómodos, pedregosos, inciclables y hasta suicidas, hasta llegar al lugar con las vistas (eso sí) más espectaculares del día.

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Vistas del río Ebro a su paso por Tubilleja desde el desfiladero

Después, poco más que decir. El descenso, prosaico e igualmente pedregoso. Hay que admitir que fue mucho menos odioso de lo esperado, y poco a poco recuperamos la sonrisa hasta llegar a Cidad del Ebro, donde un bar cerrado nos esperaba. Tanta frustración casi le hace estallar la cabeza a Renuente, así que mientras Frankie subía en la E-bici hasta el coche, los rumores del río y las hojas de los árboles le sumieron en un sopor espectacular, que, unido a la tortilla brutal del garito una vez abierto, supuso un final feliz a una ruta que sacó todas las emociones del armario de los truenos. Ira, frustración, alegría, relax, excitación, subidón, cansancio extremo, to name a few.

 

Relive:

Una respuesta a “The Ebro Canyons, tough as hell o la historia de los puentes rotos”

  1. […] Por fin, llegamos al punto en el que Duratón y el Duero se unen y a partir de ahí, la ruta original se encontraba con la del Pinar. Desde ese momento hasta llegar a Peñafiel, 3 kilómetros de bosque de ribera en el que levitábamos sobre un lecho de hojas doradas. Al llegar a Penna Fidele, la maldición de los puentes derrumbados se volvió a ceñir sobre Biking Hell. Pero parece que el Duero y sus afluentes están mejor preparados para ser cruzados que el Ebro. […]

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